Me gustan los colores del otoño, el sonido y olor del mar. Caminar por sendas de montaña o por la orilla del mar y tomar un café en buena compañía. Tengo la manía de permanecer cinco minutos más en la cama después de sonar el despertador.
El paisaje se transforma desde las foces de Lumbier, Arbayún y Burgui, talladas en las sierras y protegidas como Espacios Naturales, hasta los valles prepirenaicos, Salazar, Roncal, Belagua, ricos en tradiciones y bella arquitectura popular con empinados tejados y chimeneas cilíndricas como faros, calles empedradas, casas blasonadas, además de sus frondosos bosques. Más al norte puertos pastoriles en verano y nevados en invierno a los pies del mítico Orhi, una de las cumbres más altas, conocido por el "dosmil" del Pirineo Navarro y dominando la inmensidad de la Selva de Irati. El patrimonio cultural, nutrido de torres y puentes medievales, palacios barrocos y renacentistas, casas señoriales, caseríos desparramados por rincones y laderas, es un bello cuadro cuyos colores cambian con la luz, la lluvia, la niebla y en cada estación del año, junto con el arte románico y gótico de sus monasterios, ermitas, colegiatas, iglesias, fortalezas, se desliza por los siglos de la historia y alumbra El Camino de Santiago en plenitud de la belleza.
Arriba el monasterio románico de Iranzu del S. XII. Abajo ermita de Eunate S.XIII