El Elogio del Horizonte contempla el mar desde el cerro de Santa Catalina |
La ciudad
Despierta la ciudad
con un bostezo íntimo
cuando se despega de la niebla,
como una mujer entresoñada,
en enaguas de seda,
que encuentra una sonrisa
en los ojos que besan.
Dibujo su rostro y su nombre
cuando el resplandor me envuelve
y su olor a mar me devuelve
a los días que eran felices
a todas horas.
Atmósfera sin maquillaje
y música callejera
me llevan por la piel de sus brazos,
por el perfil de su cerro,
por las esquinas de su boca,
por las plazas de su vientre
y los sueños de su puerto.
A los pies de la ciudad
las puntillas de su falda
festonean San Lorenzo,
en un atardecer rojo y roto,
que yo guardo en el centro
de mi alma.
Despierta la ciudad
con un bostezo íntimo
cuando se despega de la niebla,
como una mujer entresoñada,
en enaguas de seda,
que encuentra una sonrisa
en los ojos que besan.
Dibujo su rostro y su nombre
cuando el resplandor me envuelve
y su olor a mar me devuelve
a los días que eran felices
a todas horas.
Atmósfera sin maquillaje
y música callejera
me llevan por la piel de sus brazos,
Playa de San Lorenzo en el corazón de Gijón |
por las esquinas de su boca,
por las plazas de su vientre
y los sueños de su puerto.
A los pies de la ciudad
las puntillas de su falda
festonean San Lorenzo,
en un atardecer rojo y roto,
que yo guardo en el centro
de mi alma.