sábado, febrero 21, 2009

Endurecer las penas



No es el momento…y me gustaría

Decíamos, porque lo sentíamos, “todos somos Marta”. Ahora, cuando vemos a sus padres destrozados por el dolor, para que el dolor sea más grande y la carta para pedir justicia se salga de la tierra, ahora todos somos los padres de Marta.
Pero he escuchado declaraciones de amigas, de chicas muy jóvenes que conocían y se relacionaban con el presunto y confeso agresor, ( al que Marta había entregado las sonrisas más dulces de sus 17 años), que ya se lo esperaban, que sospechaban que algo de eso iba a ocurrir. He visto muchas veces en televisión, informativos y programas especiales, las fotografías de esta niña ingenua, llena de vida y melena, con ojos de colegio y mirada alegre, ¡ay, desdichada! (tan lejos de su casa y tan lejos de sí misma) al lado de ese muchacho (su verdugo), con cara de todo menos de fiar, que no gustaba nada a sus padres, por algo sería.
Es por lo que me gustaría decir mis reflexiones, aunque no sea el momento para unos padres angustiados, a padres de niñas como Marta y más jóvenes.
Hay razones para endurecer las penas y que la cadena de por vida para algunos individuos sea lo justo, pero hay que endurecer también la autoridad y disciplina en la familia (en los colegios no nos han dejado).
Antes, muchos años antes de que llegue el momento de prohibir o imponer, hay que inculcar valores de esfuerzo, colaboración, sacrificio, encaminar a distinguir lo prioritario y lo superfluo, conducir, aconsejar, educar en el diálogo, obediencia y respeto.
Antes de que llegue el momento (14, 15, 17 años) de decirle a tu hija, hijo “ no me gusta este amigo, amiga, compañía, novio, hay que pasar por etapas de otros NOES anteriores: no me gusta que te pongas esas botas, esos tacones de décimo piso o esa camiseta tan corta, que no se repita volver a estas horas, que traigas estas notas, que pierdas el tiempo con el móvil o el Messenger, no te permito malas contestaciones y palabrotas". Y mucha vigilancia oculta o declarada.
Es muy lamentable oír a una niña de 14 años ¡con el asentimiento de su madre! que estaba preocupada por su novio, con el que convivía, porque tardaba en llegar a casa y que las principales preocupaciones de estos adolescentes no se centren en algún deporte, en divertirse de forma saludable o “tengo que aprobar este trimestre o no entendí el ejercicio de análisis sintáctico de las oraciones subordinadas causales, mañana pediré que me lo aclaren”.

domingo, febrero 08, 2009

Farolas



La farola fundida

Suena la sirena,
se colocan las sombras
en el sueño de los cristales,
cuando la jornada se duerme
en las aulas de la escuela.
Rastreo la mirada viva
que me espera
a pocos metros,
ahí afuera.
Envueltos en el frío
buscamos nuestro paraíso
con los pies metidos en la prisa,
las manos en el hueco de la cintura,
y el aliento de enero
en el cuello de los libros.
Un paso detrás de otro y dos más
se esconden en el rincón prohibido,
en la farola fundida.
Allí resolvemos los secretos
de las ecuaciones y los cuerpos,
problemas de tiempo y medida,
calculamos el calor de las palabras
y el volumen de los besos.
En las paredes de la noche
se amontonan susurros de cifras,
averiguamos fórmulas de amor,
aprendemos lecciones de vida.

Me atraen de una forma especial las farolas cuando personalizan una ciudad, cuando son señas de identidad, cuando se funden con el alma de la ciudad. Esta es emblemática en el paseo del Muro de Gijón.