Poemas a los pies del Elogio del Horizonte
Cuando la hermosa noche fue cayendo,
allí donde el mar nunca calla,
donde los vientos tienen sus dominios,
se elevaron los versos,
como alas de gaviotas,
sobre el arco y el eco del Elogio.
En una postal viva
se fundieron palabras y olas
como canciones de hijos que se ausentan,
como lamentos de hijos que no han vuelto.
Se nutrió el horizonte de crepúsculo y voces,
como desea el hombre de mar cuando sueña.
El colosal gurú
en el altar del cerro,
como una ceremonia mística,
bendijo la bravura del Cantábrico,
convocó espuma y rima.
El eco prolongó en la noche
nuestros poemas
y en los pliegues del agua
se humilló a nuestros pies el horizonte.
Para terminar la noche mágica también leímos en la Semana Negra.