Entre
la blancura fría del Negrón voy tragando silencios amargos en tu ausencia, tu primera ausencia en mis viajes a Salamanca. Otro
túnel y el paisaje lo ocupa el pantano de Luna, se llena de agua crecida, de
puente que vuela, de cumbres nevadas, de sentimientos y recuerdos pegados a ti,
que me llevan a ti.
Nudos
ahogados en la garganta aceleran el camino con temblor de escalofríos, aunque
el sol pone calor a su manera al sur de las montañas. Ruta de acostumbrada
frecuencia a Salamanca para estar donde tú no estabas y ahora tan distinta y
nueva para mi porque estás tú, querido Chencho.
Lágrimas
ensartadas a los puntos kilométricos me acercan
a ese lugar donde descansas para decirte que me esperes cinco minutos.
Juntos
analizábamos cómo se transformaba el
paisaje, los campos desolados de Zamora y Salamanca, ahora criaderos de
tanto invierno, donde se allana el terreno y la vista se estira hasta el
horizonte, alternando con encinares y
choperas; los pueblos despoblados en tierras de secano después de Benavente.
Pueblos con toboganes y columpios siempre vacíos y quietos; con iglesia , arcos y torre, palomares de
planta cuadrada, muros de adobe y su ayuntamiento como una casa cualquiera. Nunca
se veía gente por la calle, decíamos que era por el frío y otras porque quemaba
el asfalto. Queríamos adivinar el origen de sus nombres tan compuestos y tan de
hidalgos, Castellanos de Villiquera,
Fontanillas de Castro, Aldeaseca de la Armuña , Riego del Campo , Granja de
Moreruela, Castropepe nos hacía gracia; en el Embalse de Ricobayo ha subido
tanto el nivel del agua que ya no se ven las huertas. Los nidos de las
cigüeñas, en cualquier estación habitados, se han instalado en el frío y el
poste.
Comentábamos
todo, eran viajes con calma, paradas para comer, para tomar café, para ver la
crecida del agua, para ver la puesta de sol y la luna llena. Si me entraba
sueño me apoyabas en el cabecero la cabeza.
Tú
no te cansabas, celebrabas haber llegado dándome un beso, luego te ibas a dar
una vuelta, a ver las encinas o el mar... y estirar las piernas.
Ahora,
mientras el Duero dilatado de lluvias, pasa por Zamora cerrando los ojos del puente romano, yo cierro los
míos conectada a tu silencio, sabiendo que tú ya no me esperas.
27
de Febrero 2015