La destrucción de Dresde (Alemania)
Todavía huele Dresde a cenizas, a cuerpos calcinados, a ruinas. Entrada la primavera el hedor de la ciudad era tan insoportable que hubo que hacinar en fosas a miles de muertos.
Sus habitantes sufrieron el dolor y el horror de los ataques aéreos de incendio y exterminio en la noche del 13 de febrero de 1945. El cielo del martes de carnaval reventó en cascadas de luz y un diluvio de bengalas disfrazó la ciudad en una hoguera dantesca, iluminando los objetivos de las bombas incendiarias.
Con exactitud y puntualidad inglesa los aviones Lancaster destruyeron hospitales, fábricas, estaciones de ferrocarril, escuelas, mercados, calles, museos, templos, palacios y en decenas de miles de casas volaron techos, fachadas, ventanas. Los gritos de auxilio y de pánico se ahogaban en las gargantas. El humo y el fuego eran visibles a muchos kilómetros de distancia.
Transcurridas escasas horas un segundo bombardeo, en un ataque despiadado, deja reducida a escombros la ciudad, cientos de años de historia y de arte fueron arrasados, reducidos a cenizas y los pocos supervivientes devorados por una tormenta de fuego huracanada a miles de grados de temperatura que derretía el vidrio y el metal.
Las bombas que caían sobre los escombros ya no podían matar más muertos, convertidos ya en antorcha humana. Las cifras oficiales indican que se lanzaron 1.500 toneladas de bombas explosivas sobre Dresde y murieron entre 120 mil y 150 mil personas.
El resplandor de la ciudad en llamas revelaba la aterradora destrucción de la ciudad del barroco, de la fina porcelana de Meissen, a orillas del Elba.
Todavía llora Dresde este monstruoso exterminio que puso una máscara negra en la Historia de Europa.
Hace pocos días visité esta ciudad y por su aspecto, actividad, vida cultural, en la ópera, exposiciones y la animación de sus calles, quiere restaurar heridas y está consiguiendo volver a su antiguo esplendor.