sábado, abril 19, 2008

Sigue vivo el recuerdo de Marruecos

Mi encuentro con Salem


En la subida de las dunas me quedo a mitad de camino hablando con Maite, se une a nuestra conversación un joven bereber ( de los que visten de azul), con un castellano perfecto y fluido, da gusto hablar con él, nos dice que le gusta su país, que le gusta el desierto y la vida que hace, a veces de camellero, otras de vendedor.Puede tener entre 18 y veintipocos años. Se llama Salem, habla varios idiomas ( árabe, francés, bereber, inglés, italiano, español y hasta euskera). Es educado, cordial, irradia paz. Tiene una mirada muy dulce, unos ojos muy negros, muy negros y unos dientes muy blancos, muy blancos.
La conversación transcurre amena e interesante, mientras el sol se va deslizando por el horizonte. Le doy un cigarro y luego me pide otro, mientras, nos sigue contando que sus padres se dedican a pulir piedras y extraer fósiles. Después de la entretenida conversación, volvemos hacia el punto de partida con Salem y otro amigo suyo, que le chapurrea algo que nosotras no entendemos. Nos invita con educación a sentarnos en la arena, porque quiere mostrarnos los envoltorios que lleva en una bolsa de tela. Ya nos damos cuenta de que su intención es vendernos fósiles, y aunque la nuestra es de no comprarlos, nos sentimos mal, comprometidas, presionadas, al final Maite, por pena, le dice que por cinco euros le dé lo que quiera y se lleva un belemnites ( en su recuerdo). Es una pena no tener una cámara para traer la imagen de Salem.
Ya es totalmente de noche, volvemos en los todo terreno al hotel de Erfoud. Parece imposible que puedan saber por dónde van en esa planicie desértica, con la única referencia de las estrellas.


Me ha impactado la majestuosa cordillera del Atlas, la gran belleza de los desfiladeros, la esencia de la cultura bereber, la ruta de las kasbahs, donde el humilde adobe adquiere rango de arquitectura, la fuerza y vida de los palmerales..., pero lo que me queda grabado en la memoria del alma es la atracción del desierto, con la mágica puesta de sol dibujando los perfiles de las dunas de Erg Chebbi, donde conocí a Salem.

3 comentarios:

ágatas, cueros y cristales dijo...

Qué claras me llegan tus imágenes, también las sensaciones que nos cuentas y hace sin embargo tanto tiempo de ello... Gracias por acompañarme a algunos momentos de mi vida. Ocurrió muchos años atrás.

Besos

ágatas, cueros y cristales dijo...

Cariño, acabo de imprimir tu "Queda prohibido" para regalárselo a Fer mañana, día del libro.

Anónimo dijo...

Tambien a mi me trae recuerdos de una tierra infinita que se mueve como las tormentas, que viene y va como sus gentes.