El otoño en mi camino
Me acompaña noviembre y el otoño,
veinticuatro kilómetros de pasos
y silencios que me hablan de castaños,
del naranja en los robles y las hayas,
cada tronco lamido por los líquenes,
cuando la curva a la cordal se ciñe.
Me estalla la violencia del paisaje,
monte en estado puro, crestas blancas,
que pone firme a los Picos de Europa,
obliga a levantar mis pies lastrados
y ordena a la fatiga
que yo sea dueña de mi aliento.
Ya mis fuerzas al límite
descubren el calor del caserío,
que esconde un íntimo sosiego,
y protege del ruido y el camino.
En cada orilla y cada curva
acuso el cansancio del cuerpo,
la soledad, que es nombre de destino
y muy fiel el otoño
porque lo llevo dentro.
La travesía entre Cangas de Onis y Benia de Onís con 24 Km. de marcha y casi setecientos metros de subidas y bajadas, fue para mi excesivamente dura, larga y brutal. Pero inmensamente bella.
La Naturaleza espera en cada rincón del mundo para recordarnos lo que somos.